Prisoner... (relato corto)

Abrió los ojos con una sensación extraña, inquieta, estaba tendida sobre roca dura, demasiado cálida, y un olor a azufre pesaba en el ambiente... trató de fijar la mirada en algún punto que le ayudara a descubrir en donde estaba y lo primero que vio fue unas desagradables criaturas acercándose a toda velocidad hacia ella, con forma humana pero no más grandes que un perro, caminaban con sus espaldas encorvadas, dejando tras de si un misterioso rastro oscuro, de un penetrante olor a podrido. Se levantó rápidamente, pero se dio cuenta de que estaba rodeada, aquellas cosas la miraban cómo si fuera algo extraordinario, cerca, sigilosas, algo en ellas hacía que su cerebro le repitiera "peligro".

Pacerían maravilladas con su piel, que pronto comenzaron a tocar. Las pequeñas manos de aquellas criaturas se incrustaban en la piel de sus piernas; manos sucias, pegajosas, arañaban la carne bruscamente, con su asquerosa boca cada vez más cerca… podía sentir el aliento caliente sobre ella, y no importaba lo mucho que se esforzaba por correr, ninguno de sus músculos respondía.

Un sueño... un pesadilla, eso era. ¿Pero si lo sabía, por qué no podía despertar?...

El lugar estaba repleto de aquellas cosas, bichos infernales con ojos saltones que la observaban relamiéndose. Cerró fuertemente los ojos tratando de negar aquella visión.

"Despierta, que esto se acabe, despierta, despierta, despierta"

Se encontraba en medio de su pequeña plegaria personal, cuando una punzada de intenso dolor hizo que abriera repentinamente los ojos, una de esas cosas le había herido un dedo... no, herido no, le había arrancado una uña completa... entró en pánico, como pudo se las sacó de encima, pateando y golpeando, pero no había donde correr, a donde quiera que mirara veía a más de ellas, observándola, con una mueca en la boca que parecía ser el intento de una sonrisa macabra.

Algo la golpeó tras la cabeza desde lo alto, y sentía que se colgaba de su espalda jalándole el cabello. En un intento de quitárselo de encima tropezó, cayendo de rodillas, y enseguida tuvo a una cantidad increíble de esos bichos sobre ella.

Otra uña... dos uñas más... La mujer no podía levantarse, y las horribles cosas parecían disfrutar con cada uno de sus gritos.

Un temblor en el piso de roca provocó que las criaturas dejaran su juego y se alejaran corriendo. La mujer no entendía nada, pero por el momento agradeció a lo que fuera que la había salvado de esas cosas; exhausta, trató de envolver sus dedos con la manga de la camisa, y observó como ésta se teñía de sangre...

Mientras, algo cambiaba bajo sus pies. El piso ya no era estable, se había convertido en una masa oscura que se movía como si tuviera vida propia. Si ponía atención parecía respirar, parecía gruñir. Antes de que se diera cuenta unas pareces cerraban el lugar, unas paredes constituidas de una desagradable masa sanguinolenta. ¿Qué demonios pasaba? ¡¿Dónde demonios estaba?! Era la peor pesadilla que había conocido, más extraña aún porque el dolor que sentía era real, el vértigo que le escocía el estómago era insoportable, y la excitación y el miedo le apretaban el pecho, dejándola apenas respirar.

Se agitó, un espasmo hizo que cayera de bruces contra la pared, y aquella masa parecía querer absorberla. No podía soltarse, cada vez la tiraba con mayor fuerza, se desesperó, agitada como estaba no podía pensar con claridad, hubiese dado cualquier cosa por desmayarse y no saber nada, si iba a morir quería estar inconsciente cuando sucediera. Pero ni siquiera esa pequeña petición le fue concedida...

Del interior de la masa en la que estaba atrapada surgieron unos brazos, hechos del mismo material, luego cabezas sin rostro iban tomando forma, hombros y medios torsos aparecían y se estiraban para alcanzarla, para arrastrarla.

Luchó contra ellos aún sabiendo que era una batalla perdida... cuando las paredes comenzaron a contraerse se rindió, sólo se dejó llevar... fue absorbida hacia lo que parecía un mar de entrañas. Aquella extraña e incomoda masa prácticamente la escupió al otro lado, donde le aguardaba una imagen aún más horrible... en la penumbra de una enorme caverna se apilaban miles de cadáveres mutilados, unos que parecían recientes, y otros que seguramente llevaban meses siendo carcomidos por gusanos... el hedor nauseabundo le golpeó el rostro, y un sabor amargo le llenaba la boca, mientras su estómago se revolvía.

Al fondo de la estancia divisó lo que parecía ser una laguna, y se encaminó en esa dirección tratando de mantener la vista fija en ese lugar. Su cuerpo tiritaba solo de los puros nervios, y los ojos lagrimosos no le permitían ver con demasiada claridad, cosa que agradeció. A cada paso que daba algo crujía bajo sus pies, la sensación era, por lo bajo, sumamente desagradable, y luego, además de los mareos y las nauseas, tuvo que vérselas también con unos molestos insectos del tamaño de un puño, cuyo zumbido retumbaba y hacía eco en la oscuridad... Al llegar hasta el agua negruzca se dio cuenta de que la podredumbre era aún más pesada allí, por todo el contorno de suelo sólo se veía aquel líquido apestoso, que se perdía en la oscuridad hasta dónde llegaba su vista. No había salida, era meterse al agua pestilente o esperar a que quizás qué cosa la dejara en igual o peores condiciones que los muertos que trataba con todas sus fuerzas de sacar de su cabeza.

Estiró el brazo para tocar el agua, esperando a que estuviera lo bastante fría como para hacerle olvidar la imagen que dejaba atrás, pero entonces descubrió con horror que el aquel líquido estancado no era agua, sino sangre...

Retrocedió por el sobresalto y un ruido brusco a su espalda la hizo girar en redondo, todo fue tan rápido que antes de que pudiera dar un grito se encontraba flotando la espesa y oscura sangre, algo la había golpeado con tanta fuerza en el estómago que por un momento quedó sin aire, y ahora ese mismo poder invisible la empujaba hacia el fondo.

Sintió como su cuerpo era envuelto por el pesado fluido, pegajoso, asqueroso, algunos coágulos se pegaban a sus manos y en su rostro, mientras se agitaba y luchaba con ahínco para deshacerse de aquella fuerza que trataba de hundirla. Su mente se nubló, los brazos dejaron de responder y pronto sintió como su boca y posteriormente sus pulmones se llenaban de sangre, mientras su conciencia se desvanecía en una agradable sensación, por primera vez desde que había iniciado aquella pesadilla...

Volvió en sí de golpe, hallándose aún bajo el líquido, sus brazos se movieron frenéticamente para alcanzar la superficie. Presa del pánico, no supo cómo fue que subió a la orilla, temblando, tosiendo, llorando, estaba desesperada por alejarse del mar de sangre, se sentía asquerosa, vomitó varias veces antes de poder intentar levantar el rostro, entre jadeos y lágrimas se dio cuenta de que lo que devolvió no era sangre, sino sólo agua, igual que lo que chorreaba de su ropa y su cabello, sólo era agua… incrédula se volteó hacia el lago desde dónde había salido… sólo agua. Una risa sofocada, y más llanto, no entendía que estaba sucediendo, ¿alucinaba acaso? con sólo mirar sus manos y su cuerpo descartó la posibilidad de que hubiese sido realmente un sueño, la carne viva en dónde debieran haber estado sus uñas, cardenales en los antebrazos, y unos profundos cortes en las piernas… no, no había sido un sueño.

Se recostó y miró hacia arriba, sintiendo como se regulaba su respiración. Ahora se encontraba en un bosque, una colina que terminaba en el lago, todo cubierto por una espesa niebla de la que no se había percatado hasta ese momento. Los delgados árboles se perdían en lo alto, y la extraña niebla parecía bajar demasiado rápido. Un mal presentimiento la embargó, aquel bosque consumido por la niebla guardaba absoluto silencio.

Subió la colina en silencio, a través de la niebla que lo rodeaba todo, y en lo alto, logro llegar a la orilla de un claro. Al momento en que puso un pie fuera del bosque se disipó la niebla… entonces las vio: tres bestias sin ojos, enormes, que le recordaban a las antiguas historias de centauros de la mitología griega; estaban en el centro del claro, rasgando pacientemente el pasto del suelo. Las extrañas quimeras tenían cuerpo de buey, con picos de pájaro y brazos de oso, al final de éstos contaban con filosas zarpas que hubiese podido cerrarse fácilmente en torno a su cabeza. Todo el sentido común le decía que saliera de allí, que debía ocultarse.

De repente una de ellas levantó el rostro hacia el cielo, y los agujeros sobre su pico se hincharon, inhaló dos o tres veces, y su pico se abrió dejando salir un grito espantoso, la mujer sentía que se le reventarían los oídos, nunca había escuchado algo similar, incapaz de ser reproducido. Cuando volvió a mirar a la bestia, esta se encontraba con el rostro fijo en ella. Supo que la veía, aún sin tener ojos aquella bestia sabía que estaba allí. El miedo la paralizó, pronto todas las bestias miraban en la misma dirección.

Sólo hizo falta una milésima de segundo para las tres se acercaran al trote, dando gritos inhumanos y golpeando todo lo que tenían alrededor. La mujer echó a correr con desesperación colina abajo, entre los árboles, las manos y las piernas ensangrentadas, los brazos amoratados, rasguños por todo el cuerpo... no aguantaría mucho más, y las bestias casi le pisaban los talones.

Todo parecía distinto de lo que había recorrido al principio, el camino era mucho más dificultoso, la colina repentinamente se había transformado en una montaña. Llegó a la orilla de un río, pero antes de poder lanzarse al agua las criaturas le dieron alcance, derribándola sobre las húmedas rocas, en un abrir y cerrar de ojos se encontraban desgarrando su espalda, mientras picoteaban su cráneo y cuello buscando el rostro.

Y lograron su cometido, le rompieron ambos brazos, jalando con tanta fuerza que la mujer pensó que se los arrancarían. El dolor era insoportable, y fue aún peor, las bestias querían sus ojos... y los tuvieron, se comieron los párpados junto con los globos oculares... y ella no pudo hacer nada salvo gritar... Una vez consiguieron sus ojos la dejaron en paz, un amasijo de moretones y sangre.

La voz no salía de su garganta, ya no tenía fuerzas, pero aún estaba conciente… imposible, frustrante, a estas alturas sólo deseaba que la dejaran morir...

En ese momento apareció una criatura gigante, no podía verla, pero sentía como el piso se estremecía a cada paso que aquella criatura daba en su dirección. Cuando llegó a su altura la levantó bruscamente del piso, aprisionándola entre una mano que parecía hecha de piedra, lo que terminó de romper los pocos huesos que hasta el momento habían permanecido intactos. Una vez se hubo aburrido al parecer de la falta de reacción de su nuevo juguete, la arrojó con violencia hacia la ladera de la montaña, cerca de una pendiente.
Su cuerpo, como peso muerto, comenzó a rodar por aquella pendiente, rasguñándose contra una mezcla de rama, tierra y roca, cada vez más rápido, cada vez golpeándose más fuerte... hasta que la pendiente se transformó en caída libre, donde la velocidad con la que bajaba lastimaba su rostro y las cuencas en donde habían estado sus ojos. Seguía cayendo, mientras sentía que su cuerpo daba vueltas.

Después de un momento que le había parecido interminable la sensación se detuvo, y se sorprendió al darse cuenta de que podía abrir sus ojos una vez más, sus uñas estaban de nuevo en su lugar, más aún: su cuerpo no sufría ningún rasguño... Quiso gritar, para cerciorarse que aquel cuerpo le pertenecía, para comprobar si había recuperado la voz, o quizás sólo para alejarse unos pasos de la locura que amenaza con ganar terreno en su conciencia.

Se hallaba recostada en medio de la nada... o eso le había parecido... un espacio en blanco en dónde no se podía establecer un principio y un final... y este pensamiento cruzó su mente provocando que sus ojos se nublaran "sin principio ni final", en ese pequeño instante supo que así sería su vida a partir de ese momento. Tenía la certeza de que ya no regresaría a ninguna parte...

Recordó toda la pesadilla desde el principio, y al tanto que su mente evocaba esos recuerdos, el espacio en blanco fue tiñéndose de colores, de siluetas, de pesadez y de un olor rancio, vio a las criaturas de ojos saltones peleándose entre ellas, a los molestos insectos voladores girando alrededor de un cadáver de rata que era seis veces más grande de lo normal, vio los cuerpos sin rostro hechos de masa sanguinolenta que se arrastraban por el piso, a las bestias sin ojos acercarse gruñendo, y vio fuego, un misterioso y poderoso fuego que de a poco iba tomando lugar en la escena.

Y tendida sobre el suelo como estaba, observó como el tiempo se iba deteniendo, como cada criatura se volvía más lenta, pero no menos espeluznante...

Se vio a si misma en el medio del caos, mientras la oscuridad se acercaba consumiéndolo todo... su cuerpo intacto se mantuvo inerte, como una muñeca de trapo, una muñeca rota, abandonada... sus ojos fijos en la oscuridad que comenzaba a cubrirla.

"Nada más... ni principio ni final... ya no hay nada más..."


....


La mujer de mediana edad permanecía sentada sobre la silla frente a la ventana, la mirada perdida en un punto que quedaba más allá de la vista de cualquiera de los que pasaban a su lado. El pelo lacio caía sobre sus hombros, las manos sobre las piernas, tal como la había dejado la enfermera de turno hacía media hora atrás, la respiración relajada, contenida, casi inaudible... vivía, no había ningún problema con su cuerpo... pero no se podía decir lo mismo de su mente, hacía más de un año que ésta parecía perdida...

Aún estando frente a la ventana, sus límpidos ojos azules no alcanzaron a ver a la muchacha que se despedía con la mano, no pudo ver lo acongojada que parecía, ni las lágrimas que trataba vagamente de ocultar...


....


La joven de pelo negro y largo seguía mirando directamente a la ventana con la esperanza de que su madre diera una muestra de reacción, "sólo una pequeña señal", rogaba para si misma, pero hacía demasiado tiempo que esperaba un milagro. Parada frente a la ventana, parecía más pequeña de lo que era, con el rostro pálido y los ojos rojos, bajo ellos unas profundas manchas negras que denotaban que llevaba una carga demasiado pesada para su edad...

Un hombre se acercó lentamente hasta llegar a su lado, y posó una mano sobre su hombro con gesto protector.

-Ya es hora de irnos.

-... ¿Estás seguro... de que estará bien? - las palabras salieron con sumo esfuerzo, la voz quebrada por la pena.

-Es lo mejor, nosotros no podemos hacer nada más por ella... no te preocupes, tu madre estará mejor aquí que en cualquier otro lugar.

Dicho esto, el hombre dirigió la mirada a la ventana, apartando la vista rápidamente, y se volteó para avanzar hasta el auto que los esperaba.

Ella se disponía a seguirlo, pero la opresión que sentía en el pecho la hizo volver la vista atrás una vez más. Nunca lo entendería... tan repentino, tan horrible...

Quizás si hubiera sabido el por qué aquel hombre que la acompañaba, al que llamaba "papá" aún sabiendo que no lo era, apartaba la vista cada vez que veía a su madre en ese estado, por qué evitaba tocarla o hablarle, por qué insistió tanto en llevarla a ese lugar, en deshacerse de la carga en la que se había transformado para ambos... quizás ahí hubiera entendido.

En defensa él pudo haber dicho que no pensaba que realmente daría resultado, que la traición, la rabia, fue lo que le impulsó a hablar con aquella extraña anciana que le ofreció venganza, que nunca había creído en hechizos, maldiciones o demonios... pero su conciencia decía lo contrario... le atacaba por las noches, pesadillas en donde veía a una mujer joven pasando por desgracias inimaginables... por mucho que intentara mentirse a si mismo, él lo sabía, sabía quién era esa mujer, y lo que significaba su sueño, él lo había pedido, era su culpa, y después de todo nunca había tratado siquiera de buscar a esa anciana para que pusiera fin a lo que había iniciado... al fin y al cabo, en el fondo eso era lo que deseaba, aún sabiendo que aquella noche también despertaría sobresaltado debido a alguna imagen horrible...

Pero la joven no lo sabía, el hombre nunca se lo diría, la anciana no se había vuelto a aparecer, y la mujer, aunque hubiese sabido la verdad, no podía hacer nada, pues se encontraba cautiva en la peor prisión en la que un ser humano podría ser encerrado: su propia mente.





**********************


Algo que escribí hace algún tiempo. No sé en qué estaba pensando... simplemente la idea se me vino a la mente una tarde mientras caminaba al instituto, y no me me la pude sacar de la cabeza hasta que la llevé al papel... y al fin me dejó en paz.

0 comentarios:

Volver al inicio Volver arriba nevaeh`s castle. Theme ligneous by pure-essence.net. Bloggerized by Chica Blogger.